Cuando se casaron su marido le dijo una cosa: “nunca trabajarás, pero tendrás que ocuparte de la casa y dejarte follar cuando a mi me apetezca como una buena ama de casa sumisa“. Y su marido lo cumple todos los días. Cada vez que vuelve del trabajo, por mucho que su mujer esté ocupada o no quiera, tiene que chuparle la polla y luego dejarse follar en la posición que le apetezca. A él le gusta metérsela de varias formas y luego correrse en la boquita de su mujer, para dejarle su semen en los labios y que no se olvide de que allí ella es una sumisa sin salida.